Colegiada N. 8307 - Miembro del Colegio de Psicólogos de Cataluña desde 1995

La pandemia nos sacudió psicológicamente con mucha fuerza. Hace ahora tres años de las restricciones a la movilidad y sus nefastas consecuencias. Pero con esos meses de susto, trauma y preocupaciones no se acabaron las sacudidas…

Mientras tratábamos de recuperarnos de aquellos meses terribles, cuando apenas empezábamos a retomar un cierto nivel de normalidad psicológica, otros problemas vinieron desde escenarios cuyo control se nos escapa: la amenazadora guerra en Ucrania, el encarecimiento de la energía, la inflación, la subida de tipos de interés que encarecen las hipotecas y, como consecuencia, los alquileres…

Toda persona ha recibido fuertes impactos en su «normalidad» cotidiana. Y todos estos impactos tienen sus consecuencias en nuestro psiquismo. Ha crecido el consumo de ansiolíticos y antidepresivos de forma realmente alarmante, han crecido las cifras de suicidios, se han multiplicado las personas que requieren ayuda psicológica, y cada vez capas más grandes de la población se ven afectadas por el temor a que la ola les llegue… si aún no les ha llegado.

Vivimos como sacudidos por una realidad agresiva, amenazadora. Nos levantamos con la sensación de que las cosas no están bien y, lo que es peor, pueden empeorar de forma terrible. Esta última es una de las consecuencias de lo inesperado y terrible de la pandemia: nunca sabemos qué o cuándo nuestros problemas se pueden multiplicar hasta vencernos.

Si a todo ello sumamos que la vida, en su desarrollo cotidiano, ya nos presenta sacudidas psicológicas en forma de conflictos de todo tipo, el panorama es realmente preocupante.

Ojalá estuviera en nuestras manos resolver esos y todos los conflictos. Pero solo podemos hacer un llamamiento a toda persona que se sienta mal en el terreno psicológico para que no posponga el solicitar la ayuda de profesionales. Sufrir no ayuda a resolver conflictos. El sufrimiento psicológico más bien ofusca, agobia, entorpece. Se ha de combatir lo antes posible. Posponer es alargar el sufrimiento.